Opinión

Justiprecio de Isabel Bayonas, con motivo de la concesión del Premio Estatal del Voluntariado 2011

Huracán Isabel

11/09/2011

Si hay un rasgo, antes que cualquier otro, que podría considerarse como seña de identidad de alguien tan amplio, vasto y surtido como María Isabel Bayonas de Ibarra, que se diría no cabe en una única persona, y que necesita una colectividad humana para realizarse, es el de la fuerza.

Nada ha sido lo mismo, tras el paso de Isabel. Su capacidad para cambiar las cosas, para asear y adecentar un entorno tan descuidado como el del autismo durante tantos decenios es digna de memoria agradecida.

Empuje, ímpetu, ganas, voluntad son los sustantivos que tímidamente reflejarían lo mucho que es Isabel Bayonas y que las palabras, las meras palabras, vanamente tratarían de agotar. Pero la arrolladora voluntad que es Isabel Bayonas no carece de sentido, tiene un fin conocido por ella y es guiada por una inteligencia práctica, de esas que por sí solas y en un mismo acto examinan, asimilan y cambian el mundo. Esa denodada voluntad se ha aplicado -¡y con qué resultados!- a una realidad tan necesitada de transformación como la de la discapacidad. En especial, con la de las personas con autismo y sus familias, en España y fuera de ella.

Nada ha sido lo mismo, tras el paso de Isabel. Su capacidad para cambiar las cosas, para asear y adecentar un entorno tan descuidado como el del autismo durante tantos decenios es digna de memoria agradecida. Quienes la conocen y la tratan a menudo, sabrán darme la razón. Pero ese ímprobo trabajo de años se efectúa sin sensación apenas de esfuerzo, con la cortesía perenne de una sonrisa o la eutrapelia medida de una chanza. Isabel se impone, siempre, por la razón y por el afecto. Lo suyo es la fuerza del cariño. Si alguien tiene dudas de por qué los huracanes suelen llevar nombre de mujer, que las disipe. Los meteorólogos que los bautizan han conocido o intuido a Isabel Bayonas.

¡Sopla, sigue soplando huracán Isabel!